domingo, noviembre 22, 2015

Invasión ecológica, retracción espiritual. A propósito de El Mundo Secreto de Arrietty (2012), de Hiromasa Yonebayashi.

—"¿Por qué ha de destruir el Hombre lo que ha construido la Naturaleza?" Khalil Gibrán, poeta libanés.

Hace un par de meses, un profe antropólogo (M. González Gálvez) me decía que los mapuches piensan que el desequilibrio ecológico que actualmente experimentamos en nuestro planeta ha provocado que "los espíritus se marchen de la naturaleza". La película El Mundo Secreto de Arrietty (2012), de la productora de Hayao Miyazaki, Studio Ghibli, se mueve precisamente en esta dirección, pero proveniendo desde un lugar distante al nuestro (el Japón contemporáneo). Cabe destacar que la película es la ópera prima del director Yonebayashi, quien se convirtió con esta obra en el más jóven en dirigir una película para Studio Ghibli.

El film relata el encuentro entre dos mundos: el mundo de quienes "toman prestado" (diminutos seres que habitan en lugares escondidos y que precisamente "toman prestados" objetos que a los humanos les sobran, para subsistir) y los humanos. Dentro de este escenario, la historia se centra en los dos protagonistas: Arrietty, pequeña niña perteneciente a los diminutos y Shō, un niño humano que sufre problemas al corazón.

Y este encuentro es tan importante, precisamente porque los diminutos se esfuerzan por no ser vistos por los humanos. La madre de Arrietty es una mujer continuamente preocupada por esta posibilidad y por los peligros que pudieran acechar a su hija. Le señala en una escena a Arrietty que "los niños pueden ser más peligrosos que los humanos". Por otra parte, el padre de Arrietty es consciente de la intrepidez de su hija y le permite más espacio, pero al mismo tiempo es más firme con ella.

El argumento de esta película es bellísimo y muy metafórico. Al igual que en Mi vecino Totoro (1988), el film describe relaciones, dilemas y problemas del mundo actual, con un lenguaje poético, infantil y sobre todo, muy simple. De allí la fuerza de su propuesta y la importancia de su difusión, pues estas películas nos muestran el mundo adulto y el mundo de los niños como dos formas de vivir y acercarse a nuestro mundo actual.

En el caso particular de El Mundo Secreto de Arrietty, lo que llamó más mi atención fue esta relación entre el mundo de los diminutos y el mundo de los humanos. Si en Mi vecino Totoro (1988) veíamos cómo Totoro se constituia como un ser protector, que se ocultaba o se mostraba selectivamente, mostrándose sobre todo a ojos de los niños, en Arrietty vemos una idea parecida. Es interesante cómo en Totoro son los niños quienes pueden ver más: son ellos quienes ven a los espíritus habitantes de la casa nueva ("duendecitos del polvo") a la que se mudan Mei y Satsuki, las protagonistas. Por una parte, los espíritus se muestran sólo a aquellos de corazón puro y por otra, los niños pueden ver más que los adultos, precisamente por esto.

Los adultos, en las dos películas, poseen un carácter éticamente más difuso y emocionalmente menos definido. Existen algunos, como la tía de Shō, que recuerdan con nostalgia el pasado, en el que los espíritus estaban más cerca. Pero también, existen otros como Haru, la cuidadora doméstica de la casa de
Shō, quien, al descubrir que han vuelto los diminutos (producto del encuentro entre Arrietty y Shō), busca exterminarlos, contratando al servicio de plagas.

A través de estos personajes, podemos entender metafóricamente cómo estas diversas actitudes hacia el mundo espíritual, el mundo invisible y sin embargo, existente, producen efectos sobre el entorno. Ên Shō podemos ver la placidez, y en Haru, la desesperación y la ignorancia. Esto nos muestra también que  los adultos suelen ser más temerosos que los niños. Sin embargo, uno de los significados centrales que pueden verse en El Mundo Secreto de Arrietty es esta relación entre los espíritus y los humanos. Más notoriamente que en Totoro, en esta película vemos las consecuencias de la imprudencia, la invasión y la ignorancia humanas.

En este sentido, los diminutos pueden ser metáfora de seres espirituales, pero también de todo aquello que se encuentra en extinción producto de la acción humana y que debe vivir en continuo sigilo: los animales, las plantas, los bosques. En un momento de la película, Shō le señala a Arrietty cómo seguramente el destino de su especie sería la desaparición, ante lo cual ella responde que eso que él llama destino es precisamente la acción humana.

Esta hermosa película nos relata cómo nuestra relación con aquello que no es humano puede ser de conflicto o de amistad. Trabar amistad con lo espiritual y encontrar armonía es beneficioso para ambos mundos. Pero para ello es necesario abandonar la ignorancia y volverse receptivo de lo invisible (como los niños), o de aquello que es más difícil ver en primera instancia. En ambos films, pueden encontrarse reminiscencias de la religión tradicional de Japón (Sintoísmo).

Y ello ya que de lo que se trataría sería, de "vivir en armonía con los kami" -espíritus de la naturaleza-. Y también ya que finalmente, podemos ver que en Arrietty, los animales cumplen un rol de relación más directa con los espíritus: los animales perciben a los diminutos e incluso, pueden llevar a los humanos hacia ellos (como el gato de Shō hace con este).  En este sentido, el mensaje ecológico de la película es múltiple: el ser humano puede trabar amistad con el mundo animal y el mundo espiritual y, de esta conciliación, puede surgir la armonía.

Pienso que relevar esta relación entre el respeto ecológico y la armonía espiritual, que poco se suele enfatizar cuando se habla de ecología, es vital para lograr un mundo más equilibrado. Pero ello debe alcanzarse desde cierto estado emocional propio de la infancia; de apertura, receptividad y respeto de aquello que con nosotros habita el mundo.